
El pasado lunes, 9 de marzo, fallecía en Valladolid José Jiménez Lozano, premio Cervantes 2002, periodista, poeta, pero ante todo, como él solía asimismo denominarse, un simple escribidor. Natural de Langa (Ávila), residía desde hace decenas de años en la villa de Alcazarén, la misma que recorre el Camino de Madrid cuando se adentra por tierras vallisoletanas.
Con extraordinaria amabilidad atendió la invitación que la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid le realizó en 2007 para participar en nuestro seminario José Antonio Cimadevila de estudios jacobeos; su conferencia versó “Sobre el artista románico” y en ella nos decía que “siempre habrá ojos que busquen hermosura, y corazones «esperaindeo», y que encontrarán en el románico la alabanza de la vida y de la juventud, que no pasa, expresadas en él con una seguridad y una fuerza muy especiales. La peregrinación siempre es a las fuentes, o una odisea de la vuelta a casa. También en el más serio de los aspectos de una conciencia europea ahora mismo, que parece ya cansada o exhausta. El artista románico ayudó a levantarla, y aún puede ser atendido y escuchado, y no en el menor lugar en el camino de Compostela y su llegada allí, una de las grandes piedras angulares sobre las que Europa se hizo.”
(https://drive.google.com/file/d/0BxygouC9J0bPVEtKWE9JOXRKRXc/view , páginas 31-34)
El precio
Matinales neblinas, tardes rojas,
doradas; noches fulgurantes,
y la llama, la nieve;
canto del cuco, aullar de perros,
silente luna, grillos, construcciones de escarcha;
amapolas, acianos, y desnudos
árboles de invierno entre la niebla;
los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura
de los muslos, de un cabello de plata, o de color caoba;
historias y relatos, pinturas, y una talla.
Todo esto hay que pagarlo con la muerte.
Quizás no sea tan caro.
José Jiménez Lozano, “Elegías menores”